Organizaron hasta el más
mínimo detalle y al estilo de una boda tradicional. Hubo una ceremonia en la
que se juraron amor eterno con besos, reportajes fotográfico y de video, los
“no padrinos” pagaron un abundante y suculento “catering”, repartieron puros a
los hombres y flores a las mujeres, y los “no novios” cantaron, bailaron y
amenizaron un fin de fiesta lleno de música, baile y bebidas.
Al final de todo, cuando me despedía,
quise ser coherente con la filosofía del acto y les hice un “no regalo”, aunque
ignoro por qué no fue muy bien recibido.
Meses más tarde, cuando me
enteré que Juan y Ana ya no vivían juntos, pensé en lo absurdo de todo lo
ocurrido y que en cierto modo, ese era el primer “no divorcio” que conocía.
Texto: Manolo Torres
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