Mientras seleccionaba varias versiones de una foto con procesados y estéticas totalmente diferentes, me vino a la mente la visión tan distinta y antagónica que tenemos de las mismas cosas en diversos momentos y circunstancias de la vida, o incluso, de como la ven otras personas. De pequeño, pensaba que el mundo se dividía entre buenos y malos, y que la solución estaba en que los buenos conquistaran y se impusieran a los malos. Después empecé a apreciar que los buenos no eran tan buenos como parecía y me decían, ni los malos tan malos. Que los papeles a veces estaban cambiados, y que la razón y los errores, generalmente estaban repartidos. Ahora creo que todo es relativo, que las personas tenemos nuestras luces, nuestras sombras, nuestros condicionantes y nuestras formas de ser, que varían según el sitio en que nos toca vivir y los ojos con que miramos las cosas. Por lo que en muchos casos, el entorno que nos rodea y los intereses que compartimos, condicionan a nuestra personalidad y nuestros actos.
Pienso que en el mundo actual, cada vez es más difícil distinguir lo bueno de lo malo por las apariencias y por lo que apreciamos a simple vista, siendo más real la frase de Campoamor de que “nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con qué se mira”.
Texto: Manolo Torres
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