Cuando me levanto por las mañanas suelo mirar a través de mi terraza, y siempre veo el mismo paisaje, aunque cada vez me parece distinto. La luz, las nubes, el momento, el color, mi estado de ánimo …, hacen diferentes e irrepetibles cada uno de los amaneceres que contemplo. Hay días buenos y otros en donde la vista es espectacular, pero en algunos casos, el mal tiempo y las condiciones ambientales, deslucen totalmente la salida del sol. Sin embargo, de alguna manera, generalmente consigo encontrar un cierto encanto en contemplar el cielo y en mirarlo con detalle, a pesar de las condiciones adversas.
Creo que en nuestra vida cotidiana ocurre lo mismo, en muchas ocasiones nos parece que estamos inmersos en una monótona y aburrida rutina diaria que nos agobia y nos oprime. Pero el interés y la ilusión de cada día, se encuentran si conseguimos que cada instante sea único y singular, y que el vivirlo sea una experiencia a la que nos entregamos y eso nos hace sentirnos bien y nos llena como personas. Todo consiste en ponerle pasión y esmero a las cosas que hacemos diariamente, por sencillas y poco importantes que parezcan.
Porque eso es lo que nos hace notar que estamos vivos y nos reilusiona para seguir viviendo. Pero este aspecto, es el más difícil de conseguir y, en la mayoría de los casos, es el que menos cuidamos y en el que menos nos esforzamos.
Texto: Manolo Torres